lunes, 18 de junio de 2007

Para la ocación (Carolina Guichard)

El lápiz no quiere caminar, mi lápiz no quiere caminar.
Siempre lo hizo por voluntad propia.
Y si mi lápiz habla por mí… y ocurre que no puede andar, me pregunto ¿será que no quiero hablar?
Me silencio un espacio.


Creo que lo que necesito es balbucear… pero ¿el lápiz sabrá balbucear?
...
El es mi voz.

Hace un tiempo creí que de pequeña no aprendí a hablar; de hecho se dice que mi acento, que mi forma de pronunciar no corresponde a la de un chileno.
Y si bien no estoy segura que alguna tarde pueda oír mi voz desde mí, si estoy en condiciones de presentar mi certeza que aprendí a hablar bajo el amparo del estar callado. No necesito emitir sonido para manifestarme, lo hago desde esta forma.
De cualquier modo me parece sano el accionar del sonido.

Pudiese ser que el sonido que más manejo es el del –silencio-, y a juzgar por el vocablo escrito cotidianamente… hablo muchísimo.
Pero parece ser que los otros se refieren al hablar entre si. Persona a persona, personas a personas.
Eso en mí no existe en abundancia, ni siquiera bajo la media podría situárseme.

Y si ocurre que decir bajo el sin sonido es hablar en solitario, ¿soy yo una persona solitaria?
Me parece que desde vista ajena, es un sí.
Desde mi conocimiento es un no y un no parcial.
Reconozco el individualismo como mi acompañante. Y genero una distancia entre soledad e individualismo.
El no parcial corresponde a que de no disfrutar la soledad, el estar sola me acaricia la vida.

Y pasó el rato y pasó que ya no quise balbucear, comencé a hablar.

Mi lápiz lo hizo por mí. Siempre lo hace.

1 comentario:

Unknown dijo...

Quñe hermosa columna!!!
Muy linda en verdad... llega a conmover a los que nos sentimos un poco más dados a las letras...
Estás en la carrera correcta...
Estás para esribir un guión de cine... reinvención!

Saludos a la tertulia..
Layla